Siempre será bueno tener amigos que traspasen las fronteras tangibles con los que se pueda pasear a través del camino impredescible del pensamiento.

viernes, julio 25, 2008

Vacaciones a Guerrero y Veracruz

El Inicio.

El sábado 12 celebro los siete meses de noviazgo con Itzuri, mejor conocida como Tury... Por la tarde vemos a sus amigos Ulises y Vanessa, para comprar las provisiones... Me parece envidiable la amistad que mantienen ellos tres por la cotidianidad que les da el hecho de vivir en la misma unidad habitacional desde niños. El motivo del viaje es festejar el cumpleaños de Tury, y de ambos amigos ya que, detalle curioso, cumplen en fechas cercanas, situación que desmiente todas las versiones de horóscopos que mencionan que las personas del mismo signo zodiacal no son compatibles.

1ª parte de las vacaciones: Playa Ventura, Guerrero.

El viaje dura más de lo que esperábamos, después de la desviación hacia Pinotepa en la entrada de Acapulco todavía se recorren varios kilómetros hacia Playa Ventura, lo que hace que en total nos tome más de 7 horas llegar, tiempo que se aligera con buena variedad de música... Seis personas en un auto disponiéndonos a disfrutar unos días fuera de la ciudad, me viene a la mente los traslados de Celaya a Guanajuato y a San Miguel de Allende con mis amigos Oscar, Edgar, Gustavo, Ale Gomes y su hermana Mariana... Nos auto-denominábamos “Los Otros 6” después de haber leído dicho cuento de Monterroso. Durante nuestros encuentros siempre ocurría algo que rompía el esquema, aquella ocasión no fue la excepción, por la noche regresando de Guanajuato hacia Celaya tomamos accidentalmente una carretera federal que se fue oscureciendo hasta convertirse en un auténtico agujero negro que nos devolvió a Celaya.

Hacemos varias paradas para preguntar y cerciorarnos que vamos por el camino correcto, hasta que encontramos la salida con el camino de terracería, y finalmente arribamos a Playa Ventura. Más adelante, se encuentra la playa de Marquelia, donde hace más de un año estuve con mis amigos “bizarros”...

Playa Ventura es un pueblo pequeño, lo recorremos en medio de la tierra que se levanta con nuestro paso a través de su única avenida, paralela a la costa. La Caracola se encuentra en uno de los extremos, es un pequeño lugar rústico para un máximo de 12 huéspedes, propiedad de una mujer de tez clara con la que trabajan dos chicas muy alegres menores de edad, seguramente originarias del pueblo. Estacionamos el auto debajo de un techado de palma y una de las chicas nos muestra la palapa central, donde hay tres cuartos elevados en lados opuestos que no tienen puerta, sólo una cortina que no logra cubrir el total de la entrada. Frente a ellos, bajando unas escaleras, pero todavía arriba, una sala con hamacas y sillas. Adelante, frente a la playa, hay una especie de bar abierto que a un costado tiene un área con asador, y junto a la salida para la playa hay una alberca de baja profundidad. Del lado contrario al asador están un par de conos invertidos que también son pequeñas habitaciones con un colchón en su interior que abarca prácticamente su totalidad. A todos nos agrada el lugar y pagamos por anticipado las dos noches de hospedaje.

No hay más huéspedes que nosotros, eso nos provoca una sensación agradable de estar en una fiesta privada. El pueblo es tranquilo, la comida es buena, la temperatura de la alberca adecuadamente tibia. Con Itzuri... hace una semana fuimos a Cuernavaca con mi familia al bautizo de mi sobrina Isabela pero regresando el mismo día. Eso no fue obstáculo para que externáramos nuestro lado infantil jugando con mis sobrinos en el brincolín...

Regresamos el martes por la tarde, parando en Tres Marías para comer las tradicionales quesadillas y tacos de cecina. Se podría decir que es una tradición familiar heredada, disfruto mucho esos momentos en que se hace una parada en el camino, ya sea de la autopista o de la vida, para tomar fuerzas, ya sea alimentándose o reflexionando. De vuelta en la ciudad el tráfico nocturno hace pesado el recorrido completo de Insurgentes, lo que me hace regresar hasta la media noche a mi departamento para preparar la maleta para Veracruz y dormir un poco.

2ª parte de las vacaciones: El Pital, San Rafael, Veracruz.

16 de julio de 2008: Dormí poco pero descansé bien, empaco de último momento los libros que me acompañarán en este viaje: El Arte de la Fuga de Sergio Pitol, y Benzulul de Eraclio Zepeda. Llego a casa de Tury a las 8 am y casi olvido felicitarla por su cumpleaños. Como es casi costumbre salimos alrededor de una hora después, esta vez nos retrasan algunos contratiempos pero finalmente no me agobio, estamos de vacaciones con tiempo suficiente, dedicados exclusivamente a festejar. El autobús sale de la Tapo a las 10 am, esta vez sin contratiempos. Con nuestro almuerzo bajo el brazo, comprado en la tienda de la central de autobuses, nos embarcamos una vez más en un estrecho mar de asfalto, en esta ocasión para visitar a la familia de Tury, en la costa del Golfo de México, costa opuesta al Pacífico en qué estuvimos los días anteriores.

Muchas horas de asiento, Tury duerme como bebé, yo la contemplo y me enamoro más con cada cabello que le acaricio. Intento dormir pero no lo consigo, escucho música, veo en la televisión del autobús una película que me parece terrible, creo que se llama El Marín... Al final del trayecto pasamos por Tecolutla, Martínez de la Torre y bajamos en San Rafael, antes de llegar a Nautla. Tomamos un taxi colectivo, $7 por persona, que nos deja en el ejido de El Pital. La bienvenida por parte de la abuela Clara que está cuidando a la bisabuela no pudo ser mejor, tamales de pollo en chileajo listos para ser devorados por dos hambrientos y fatigados viajeros, entre los dos quedamos bastante cerca de la docena.

El día siguiente Tury y yo preparamos jugo de naranja, me doy cuenta que no puede haber algo mejor para el desayuno: tamales de pollo en chileajo, excelentes para cualquier ocasión. Afortunadamente, me he acostumbrado gradualmente al sabor picante con que cocina la familia de Tury. Cuando estamos por salir hacia Costa Esmeralda la señora Clara saca un poco de cerdo en chileajo y Juanita, la señora que ayuda en la casa, hace unas tortillas, por lo que decidimos recuperar el alimento no ingerido el día anterior y volvemos a desayunar. Después de caminar un buen rato en la playa con Tury y su mamá, nos metemos al mar que está muy sereno y dormimos un rato a la sombra. De regreso la comida está lista, hay robalo frito. No soy muy afecto al pescado entero pero la educación de mis padres respecto a la comida en casa ajena me hace iniciar no muy convencido, para fascinarme subsecuentemente con el sabor del pescado que estoy comiendo y repetir la dosis. Por la noche tenemos pensado ir al Carnaval de San Rafael, pero los excesos culinarios nos tienen un poco maltrechos y decidimos acompañar a una tía con los niños al pequeño circo que recién llegó por la tarde al pueblo, el de los hermanos Abadilla. La carpa, a pesar de ser pequeña, está a dos terceras partes, y los niños presentes constantemente pierden la atención a lo que sucede en el escenario. Hace unas semanas leía como el teatro de revista desapareció con la llegada de la televisión, el músico Enrique Quezadas Luna toca el tema por la afectación que tuvo en su padre que era bailarín profesional en su sabrosa novela Crónica de una Hoguera. Es triste ver que otra antiguo entretenimiento como el circo se vaya diluyendo en el gusto del público y que a los niños sea cada vez más difícil sorprenderlos y entretenerlos.

Por la noche acordé ver temprano al tío Beto, que vive a un costado, para hacer una visita guiada a los platanares, principal cultivo de El Pital. Antes desayuno chilehuevillo, al salir Tury todavía soñolienta, su tío la bromea por no haberse levantado a atenderme. Ella sonríe dejando resbalar el comentario. En camino a su parcela, don Beto me va mostrando las diferentes etapas del plátano criollo y del macho en su desarrollo hasta la madurez, a la planta le crecen “hijos” a un lado que toman su lugar después de que da su penca y se seca, coincidimos que es algo similar a lo que le sucede al hombre con sus descendientes. De regreso en casa, después de leer un rato llega el tío Lalo, conocido por todos como el tío Loco. Ya me lo habían comentado, que con unas cervezas bien frías se platica a gusto con él. Hablamos de sus parrandas, de cómo una vez se gastó en la cantina el dinero que su hermano le dio para la mamá, de que lo invitan a fiestas y unos amigos hasta le tienen ya un cuarto reservado en su casa. Pero también nos platicó de cómo administra sus tierras, dividiendo desde siempre en dos partes, una para él y la otra “para la tierra”, esto es, para lo relacionado con la siembra y la cosecha. Y el consejo que le dio a su “nuero” de no dar todo el dinero a la mujer, ni de dar el gasto por las necesidades que van surgiendo, sino dar una cantidad semanal y quedarse con dinero para los gastos de uno. Mientras platicamos pasa en varias ocasiones una motocicleta que vende tortillas por las calles, se acerca gente a la entrada de la casa ofreciendo fruta fresca, y un señor mayor con un canasto que lleva más de 35 años vendiendo pan por las calles de éste y otros pueblos. Mientras platicamos y bebemos cerveza tras cerveza la abuela Clara sirve unos camarones enchipotlado, unas rebanadas de robalo frito y unas tortillas. Nos comenta el tío sobre el origen del nombre del pueblo. Cuando se fundo había mucha penca de Pita que actualmente todavía se utiliza para hacer cinturones de alto valor.

Despierto, como todos los días que estuvimos en el pueblo, desde las 6 am, la vida relajada del pueblo no me permite dormir más. Tomo nuevamente El Arte de la Fuga, la desaparición de cafés y librerías, en Roma y en cualquier lado, el deterioro de los lugares de la niñez, la herida del tiempo, esas pérdidas que sufre Pitol y que nos pertenecen y acongojan a todos porque, como dice el mismo, “cada uno de nosotros es todos los hombres”. Después cita la definición de Bobbio del hombre civilizado, aquél que “le gustaría vivir en un mundo donde no existieran vencedores ni vencidos”. Pienso en estos días de paz, en la cordialidad que se me contagia cuando salimos a la calle a recibir los buenos días de todo aquél que encontramos. Desayunamos empanadas de jaiba, con salsa de chiltepín pedida diariamente por Tury. Salimos a dar la vuelta a Martínez de la Torre, mayor productor de naranja a nivel nacional, un agua de piña nos refresca mientras el calor está al máximo. Vamos a nadar al balneario Reino Alegría, y regresamos a comer a Martínez de la Torre en el merendero Río del Mar, a un lado del río Bobos, yo me extasío con un coctel de camarón, chicharrón de robalo y agua de durazno. Por la noche salimos a saludar a Lupe, que tiene un puesto de garnachas, tortilla bañada en una salsa parecida al mole con unas cuantas hebras de carne, casi imperceptibles.

El domingo nuevamente el desayuno es verdaderamente apetitoso, enchiladas de chiltepín espolvoreadas con un exquisito queso y a un lado frijoles negros. Nos recostamos un rato en la hamaca, y posteriormente comemos pollo en chiltepín para ir a San Rafael, al carnaval. Disfrutamos el paseo de los carros alegóricos en la calle con unas cervezas heladas. Encontramos a algunos familiares de Tury, entre ellos una prima que estudia en Veracruz que nos invita a visitarla por allá. En la plaza central hay un poco de baile, posteriormente los animadores de una cervecería incitan a los jóvenes de ambos sexos a bailar sensual frente a todos. Se genera una pequeña pelea, nos vamos a sentar a un café mientras pasa la agitación de la gente, minutos después se tranquilizan los ánimos y decidimos marcharnos.


Es el último día de mis vacaciones, despertamos temprano para preparar las maletas y subirlas al coche. Acomodamos en la cajuela una rejilla y dos bolsas con la fruta que nos regalaron: naranja, mango y plátano. No podemos resistir la tentación de desayunar lo que prepara Juanita, unas gorditas, o pellizcadas como les conocen en otros lados, con salsa de chiltepín y queso, que nosotros complementamos con frijoles negros. Llega el tiempo de partir, de cerrar un capítulo más de la vida. Veo en retrospectiva todo lo acontecido, quizá no todo este escrito aquí, todo ocurrió como ocurren los eventos alegres, de un modo fugaz pero con una estela de buen sabor con duración permanente.