Siempre será bueno tener amigos que traspasen las fronteras tangibles con los que se pueda pasear a través del camino impredescible del pensamiento.

viernes, diciembre 09, 2005

Una puerta al pasado

En ocasiones, cuando buscamos algo en libreros, en cajas o en cualquier otro lugar, puede ocurrir que encontremos cosas cuyo paradero se volvió en algún momento desconocido, o más bien indiferente para nuestra memoria. Ese hallazgo es inevitable y se debe seguramente a una intervención del destino en nuestra vida para detener el tren que nos lleva velozmente, y así regresarnos caprichosamente por un instante muy breve a estaciones anteriores de esa línea sin camino de vuelta llamada vida. Cuando terminamos ese viaje inesperado no es difícil que esbocemos una sonrisa o, en el peor de los casos, volteemos a un lado y al otro ruborizados esperando que nadie se haya percatado que hemos leído hacia atrás el libro de nuestra existencia.

Afortunadamente mi experiencia de hoy se refiere a una sonrisa melancólica, surgida de un afortunado hallazgo. Todo comenzó hoy a medio día, mientras conducía mi auto iba repasando en la cabeza cada uno de los documentos que me solicitaron para mi nuevo trabajo: credencial de elector… si, comprobante de domicilio… si, comprobante de estudios… comprobante de estudios…

El día de la ceremonia de entrega de diplomas todo el mundo nos tomó fotos de diversas formas, yo no soltaba ese documento que tanta decidia me había costado, aunque cabe aclarar que también fue la falta de dinero una razón importante por la que me estoy titulando después de más de 3 años de haber terminado la licenciatura. Después del pequeño brindis en la universidad salimos de ahí en 2 coches, Ale y yo en el suyo, y mis papás con mi hermana en otro. Mi novia y yo hicimos una escala rápida en casa de mis primos, con los que estoy viviendo, y… quizá haya dejado ahí el diploma recién obtenido, que acredita que aprobé el examen profesional y que el título está en trámite.

Me dirijo rápidamente hacia allá. Aprovechando que no había autos en ambos lugares de la cochera me tomo la libertad de ocupar por un momento el espacio que ocupa siempre el auto de mi tía, el del lado derecho. Subo rápidamente a mi cuarto, casi sin prestar atención al saludo de mi primo Juanjo que se encontraba en el comedor con tres amigos. Inicio la búsqueda en ambas columnas del librero desarmado frente a la cama, en las cajas de los libros, y en las de los documentos, pero el resultado no es positivo.

Observo que en el cubo inferior de una de las columnas hay dos carpetas encimadas, con fólders en su interior, que a su vez contienen hojas. No recuerdo haber guardado tan minuciosamente el diploma, pero mi mala memoria ya me ha tracionado en ocasiones anteriores así que decido no confiar en ella. El contenido de la primer carpeta no es lo que busco, tampoco el de la segunda pero en ella es donde encuentro lo que me motiva a escribir estas líneas. En ese momento lo abrí sólo por curiosidad, un sobre cerrado bastante abultado, que contiene recortes de periódico y hojas impresas con textos de diferentes autores.

Estos papeles están ligados al origen de mi gusto por la lectura y por la escritura, además de haber influido en mi forma de pensar y de actuar; quizá por eso siento un tenue calor interno, y la melancolía se me escapa ligeramente por los ojos. Si en algo no puedo contradecir a mi terapeuta es precisamente en ese comentario tan acertado que me hizo en Xiocalli (la casa de la vida), el centro de rehabilitación en Cuernavaca: "tienes el alma de un viejo atrapada en un cuerpo joven". Estoy seguro que mis ojos brillaron al descubrir este tesoro perdido de la misma manera que brillaban los de Juanito, el padre sustituto de mi papá cuando llegó de Cuernavaca a México, mientras nos platicaba sus “travesuras” de la infancia, de su juventud y de su vejez también.

En estas hojas sueltas que en conjunto son una de las piezas del rompecabezas de mi existencia, Benedetti me hace reflexionar nuevamente con “El otro yo”, creo definitivamente que todos contamos con ese alter ego emotivo que es poeta, sensible, idealista y melancólico, que se conmueve fácilmente; al cual debemos impedir que se suicide por falta de atención, porque eso significaría también nuestra muerte.

Saramago me hace pensar sobre la religión y la violencia humana, cuando habla sobre “El factor Dios” en un artículo publicado en el diario español El país el 18 de septiembre de 2001. Molesto sobre lo ocurrido 7 días después de los ataques terroristas a las torres gemelas de Nueva York, y con su ateísmo evidente, no critica la creencia en Dios y, mejor aún, lo disculpa de todas la atrocidades cometidas por el hombre en su nombre, señalando que es “El Factor Dios” creado por el hombre, o sea el hombre mismo, el único culpable. Y lo define de manera clara: “Ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia”.

Borges con “El Aleph”, trae a mi mente esa maravillosa magia del mundo y sus secretos, que se diluyen inesperadamente uno a uno con nuestra vida diaria. Aquel punto en el que confluye, sin convivir, todo lo que ha existido, en un mismo espacio y en un mismo tiempo, para mi representa lo que seguramente podremos ver cuando dejemos de existir; y que sólo hasta entonces podremos conocer y entender todo, lo absoluto.

Gracias a Cortázar me decidí a escribir. Siendo más específico fue La noche boca arriba el cuento que despertó ese interés en mí, con su escalofriante muestra de la intromisión del mundo real en el mundo de los sueños, y viceversa.

“Un día después” de Vicente Battista, una breve historia de un asesino a sueldo que se abstiene del placer para mostrar su profesionalmismo y las circunstancias lo llevan a cometer una equivocación bastante singular que me hace recordar la frase popular “son gajes del oficio”.

Tolstoi, a través de “Polikushka”, que hace alusión al desapego hacia el dinero, en este cuento similar a una fábula, describe una tragedia originada a raíz de una confusión respecto a una cantidad considerable de dinero perdido y, por alguna razón, mi cerebro lo percibe como una metáfora del mundo actual, quizá de la política, quizá de los negocios, quizá…

Finalmente, “cree en un maestro – Poe, Maupassant, Kipling, Chejov – como en Dios mismo” menciona Horacio Quiroga en su “Decálogo del perfecto cuentista”. Yo he tomado a varios, y seguiré tomando a más, de acuerdo a las tan variadas enseñanzas que pueda tomar de su lectura. Mientras tanto, al abrir esta puerta al pasado, encontré a mi yo, el de ayer, el de hoy y el de mañana.

3 Comments:

At 8:53 p.m., Blogger BETH said...

HOLA!!!!
Me encanto el link pero.....
ENCONTRASTE EL DIPLOMA NO NO?!!!
NO NOS DEJES CON ESA TREMENDA DUDA....

YO AYER TAMBIEN DESCUBRI MIS REFLEXIONES DE CUANDO VOLVI DE CANCUN, ESE VIAJE AL QUE FUI A SANAR DESPUES DEL INFIERNO QUE VIVI CON LUIS RECUERDAS????...YO AYER RECORDE QUE ES MUY BONITO COMPARTIR CON LA GENTE QUE AMAS LAS COSAS IMPORTANTES, PERO QUE SI NO ESTAN AHI EN ESOS MOMENTOS...NO PASA NADA...SIGUEN SIENDO IMPORTANTES PORQUE UNO MISMO ESTA AHI.

POR FAVOR ACLARA LO DEL DIPLOMA.
TE QUIERO MUCHO.
CLAU.

 
At 10:15 a.m., Blogger Neith said...

Pues a mi el diploma no me importa mucho, lo que me llena de orgullo es saberme amiga de un reflexivo empedernido como tu, con toda tu lectura, con todo ese gran aprendizaje que de la lectura has sabido adoptar... que bueno que ya te podemos leer!

Un beso :)

 
At 6:50 p.m., Anonymous Anónimo said...

Really amazing! Useful information. All the best.
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